Vida en sociedad: opine y vencerá

Llevo unos días madurando lo siguiente: ¿cuál es la idea de la vida en sociedad? Teóricamente la gente se junta para vivir mejor ¿no? Para evitar penurias y unir esfuerzos ante las adversidades del mundo, igual que el resto de animales «sociales» (si es que los hay que no lo sean, en términos de ecosistema). Por la vía práctica, la evolución nos ha hecho adoptar formas sociales de comportamiento y de producción para asegurar la supervivencia de la especie.

Sin embargo, la asociación de gentes se ha hecho global y se ha perdido la perspectiva de las razones que nos mantienen unidos. La comodidad de la vida contemporánea bien vale algunos sacrificios. Pero ¿cuáles son esos sacrificios? Como el que vive en un pueblo plagado de mafiosos, que de vez en cuando tiene que cerrar los ojos y tragarse algún robo, asesinato o atropello a la dignidad de algún vecino o transeúnte, constantemente me llegan noticias de acontecimientos similares a lo largo y ancho del mundo conocido (no me quiero ni imaginar lo que pasa en el mundo desconocido). Lo último es ya demasiado serio como para seguir tragando porque ya es evidente que hay una serie de elementos de esta asociación que se aprovechan de la voluntad general (elegida o impuesta) de supervivencia y mejoría. Todo esto, además de que la gente con banderas o con pistolas no me inspira ninguna confianza, me lleva a replantearme la base de la vida en sociedad.

La cuestión es que ya no me siento identificado con la sociedad en la que vivo, en el sentido de su orden social. Posiblemente si en términos culturales (Homo sum, humani nihil a me alienum puto: soy una persona, nada humano me es ajeno, que decía Terencio), pues comparto toda una serie de patrones de conducta, gustos o actitudes con la gente que hay a mi alrededor, pero ni de coña con las formas de gestionar los recursos sociales, con unas instituciones que pienso están obsoletas en su estructura, funcionalidad y funcionamiento, ni con un sistema de representatividad que, independientemente de su base social, decide hacer esto o lo otro en presunto beneficio de la asociación sin consultar ni al oráculo. Tiene narices la cosa.

¿Qué es lo que me queda? ¿Sobrevivir dentro de una asociación de gente asociada para sobrevivir? Sin ánimo de ofender: y una mierda. Humildemente, creo que se puede hacer mucho mejor, tanto desde la individualidad como desde la asociación. ¿Cuál es el problema? Que aquellos que se aprovechan de la voluntad de supervivencia y mejoría de los demás han generado toda una serie de estrategias y recursos para endulzar una existencia asociada a la asociación de gentes, y otras para dar por el culo (en el sentido rosadieciano) a los que no comulgan o se muestran excesivamente críticos (constructiva o destructivamente) con la estructura de la asociación.

Visto lo visto, de cómo se ha convertido ese espíritu de aprovechamiento de la voluntad de supervivencia y mejoría en una forma de ganarse las castañas, y visto que hasta instituciones tan retrógradas como la Iglesia católica, las compañías de telecomunicaciones o el sistema educativo de la eurozona se puede solicitar la baja definitiva, aunque sea por un módico precio, me pregunto ¿qué hay que hacer para darse de baja de la sociedad?

El primer problema es el institucional. Vete tú a donde haya que ir a decir que ya no quieres seguir siendo oficialmente «español,» «catalán,» «tarraconense» o lo que quiera que sea cada uno. El segundo, derivado del primero, es ¿y dónde te metes? Los estados son virus que infectan el mundo, no hay esquina que no haya sido apropiada por ningún estado. Hasta la Antártida «pertenece» a algún estado (de hecho lo reclaman Argentina, Australia, Chile, Francia, Nueva Zelanda, Noruega y el Reino Unido). Ni en una balsa en el mar podría vivir. Podría venir cualquier y reclamarme o apropiarse de mi. Conclusión: no hay vuelta de hoja, o cambia todo o no cambia nada. Otra batalla perdida.

Lo único que, desde la individualidad, puedo hacer, es obrar según me dicte mi conciencia, que es otra forma de opresión, más suave, en mi caso. Bajo mi forma de ver y construir el mundo, sería cojonudo que todos tuviésemos derecho a opinar y cuestionarlo todo. De la misma forma que la pregunta inocente de un niño de 5 años puede poner en aprietos (más allá del dogma de autoridad, claro) al catedrático más laureado de la universidad más podrida del mundo, sería fantástico, además de súper-entretenido, que cualquier «agente del orden» pudiese argumentar las acciones que emprendiese. Así, si por ejemplo nos parasen por la calle para pedirnos la documentación, podríamos acabar en un intenso debate sobre si la identificación y el reconocimiento al que nos pretenden someter es o no un atentado contra la dignidad y el derecho al anonimato de las personas. Pero eso es ya, lamentablemente, ficción social.

En cualquier caso, ya saben, opinen y debatan, es todo lo que nos queda 😛

(la imagen es «Europe supported by Africa and America» obra de William Blake y alojada en la wiki)